Algunas de sus obras, como Figura recostada (1938) y Figura reclinada (1951), recuerdan vagamente algunas figuras del Partenón como el Iliso y el Dioniso, pero esquematizadas en formas alargadas y fluidas, de líneas serpenteantes, que evocan la erosión del mar en una roca. La escultura excede los límites corpóreos del ser humano, y se asemeja a una bandera ondeando en el viento.