El arte renacentista recuperó el desnudo clásico como ejemplificación de belleza ideal, tanto física como moral. En ocasiones, la representación renacentista del cuerpo humano era la del desnudo por el desnudo, una especie de arte por el arte que a menudo desnaturalizaba el propio tema del cuadro, fuese religioso o mitológico. Así, se fue forjando la secularización del desnudo, pasando de los temas religiosos medievales a los profanos, a veces con intentos algo forzados de justificar este tipo de representaciones fuera del ámbito religioso: las principales obras de Botticelli, La primavera y El nacimiento de Venus, representan el concepto neoplatónico que Marsilio Ficino extrapoló del mito de Venus como ideal de la mujer virtuosa, donde a pesar de su desnudez tras su nacimiento en edad adulta su primera reacción es la de cubrirse, siguiendo el antiguo concepto de la «Venus Púdica».